En un principio nos encontramos con que las industrias eran de pequeño tamaño, por lo que la inversión necesaria se llevaba a cabo a través del capital propio o familiar. A medida que estas crecían, se hacía necesario contar con mayores inversiones, por lo que se impulsaron las sociedades en comandita, según las cuales unos socios aportaban capital y otros lo administraban. Paralelamente, surgirán las sociedades anónimas, cuyo capital era repartido en pequeñas participaciones (acciones).