El seno de la Iglesia católica se produjo una creciente tensión a causa de la influencia francesa en la corte papal, que desembocó en el cisma de Occidente. Desde 1378 hubo dos papas rivales, uno con sede en Aviñón, Francia, y otro en Roma. Después de la celebración de varios concilios Martín V fue nombrado como único pontífice legítimo (1417). Sin embargo, el papa aviñón, Benedicto XIII, se negó a aceptar la decisión y mantuvo su propia corte en Peñíscola (Castellón). Fue sucedido por Clemente VIII, quien renunció al papado en 1429 poniendo fin al cisma de Occidente.