En el campo político, el ilustrado considera que es el propio hombre el que debe elegir cómo gobernarse, por lo que no acepta el Absolutismo en política, exige el establecimiento de la soberanía popular y el reconocimiento de las libertades. El gobierno debe encaminar sus políticas a lograr la felicidad de sus ciudadanos. La aplicación de las ideas ilustradas sobre el gobierno llevará al Despotismo ilustrado: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. El ilustrado francés se mira en el espejo de Inglaterra, país que está ya en una órbita distinta desde la revolución gloriosa de 1688, con una monarquía parlamentaria, con división de poderes, con un amplio sistema de libertades. Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755) fue un ideólogo fundamental de la Ilustración. En su obra El Espíritu de las Leyes (1748) salvaguarda el equilibrio entre los poderes políticos: el legislativo y el ejecutivo. Postula para ello la independencia del uno sobre el otro, y ambos independientes de la función de juzgar. Recogiendo la idea de separación de poderes de John Locke, modificó el esquema de este: legislativo, ejecutivo y federativo, y lo tradujo, en la práctica, por legislativo, ejecutivo y judicial, tal como hoy lo conocemos.