La economía del Antiguo Régimen era mayormente rural, con el 80% de la población trabajando en condiciones precarias y alimentándose principalmente de cereales. La agricultura se basaba en técnicas tradicionales y tenía baja productividad, enfocándose en el autoconsumo y con escasos excedentes. Los cultivos principales eran trigo, cebada, legumbres y forraje, y las cosechas sufrían crisis que causaban hambre y enfermedades.
El desarrollo agrícola se veía limitado por la concentración de tierras en latifundios de la nobleza y el clero, el mayorazgo que impedía la división de propiedades, y la Mesta, que favorecía la ganadería ovina. La ganadería era insuficiente por la falta de producción agrícola, dejando a las clases privilegiadas con acceso a una dieta variada.
En la industria, predominaba la actividad manufacturera en talleres y fábricas artesanales, controladas por gremios. A finales del siglo XVIII, surgieron nuevos sistemas de producción que desafiaban este monopolio. La economía se centraba en la exportación de materias primas, como lana, e importación de productos elaborados, limitando el desarrollo industrial en España.