27.- Castel nos cuenta que, al principio, pensaba quedarse varios días en la estancia, pero que se marcha temprano al día siguiente de su llegada. Esto se debe a lo que narra a continuación.
María y Castel se dirigen a un acantilado que da al mar. Mientras pasean, Castel se sorprende por el modo en el que María disfruta de la naturaleza, aunque luego se entristece porque él no comparte aquel goce.
Cuando llegan al acantilado, María empieza a contarle lo mucho que deseaba estar con él en ese lugar. Le confiesa el modo en que se identificó con él a través de su cuadro, y cómo sintió que él, al igual que ella, estaba en la búsqueda de un interlocutor mudo.
Luego, le cuenta que, durante su primer encuentro, ella intentó desorientarlo y desanimarlo, sabiendo que podía hacerle daño.
Castel escucha estas palabras anonadado. Empieza a caer en una especie de encantamiento mientras el mar se va transformando en un “oscuro monstruo”. Siente deseos de tirarse del precipicio y de arrastrar a María con él.
También admite un fuerte deseo de apretarle el cuello hasta ahogarla. Entonces se da cuenta de que, mientras piensa estas cosas, ha dejado de escuchar a María, quien acaba de hacerle una confesión importante que él no pudo oír.
Pone su cabeza en el regazo de María, como si fuera un niño, dejando que sus sombríos pensamientos lo invadan por completo.