El gobierno austrohúngaro, suponiendo que las autoridades de Belgrado tenían alguna responsabilidad en el atentado, trató de aprovechar la oportunidad para eliminar a Serbia. Así, Austria, apoyándose en Alemania, que la incitaba a proceder enérgicamente, envió un severo ultimátum al gobierno serbio, que éste consideró inaceptable porque una de las condiciones atentaba contra su propia soberanía nacional.
Esto condujo al rompimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países, en tanto que Rusia advertía al gobierno austriaco que no permanecería neutral en el caso de un ataque contra Serbia