En este modelo óptico propuesto por Lacan, el espejo cóncavo simboliza el córtex cerebral, a menudo descrito como miroir intrapsychique-, el espejo plano constituye una representación del lugar del Otro, ese lugar en el que el sujeto se va a jugar su destino; el florero representa al Ello, reservorio de las pulsiones, y se puede considerar a las flores como una representación del objeto. A diferencia de la ilusión del físico Bouasse, este dispositivo anamorfósico ideado por Lacan no refleja únicamente una imagen real, sino dos tipos de imágenes: una imagen real, situada encima del ojo del observador, y otra imagen virtual, localizada en un espacio virtual detrás del espejo plano; partes extra partes, como habría podido decir Descartes.
Una diferencia significativa puede apreciarse entre el modelo del estadio del espejo y este aparato óptico, pues en este último no se le atribuye la generación de la Gestalt del cuerpo a ninguna imagen real. Se compone éste de dos elementos desemejantes, conjuntados en una imagen virtual anamorfósica, que es la única consistencia de la que puede beneficiarse el cuerpo.