Please enable JavaScript.
Coggle requires JavaScript to display documents.
De la importancia de no verlo claro - Coggle Diagram
De la importancia de no verlo claro
Sólo cuando comenzamos a querer de verdad a una persona o una cosa es cuando sentimos los límites de nuestro conocimiento de ella.
Nosotros decimos que este o aquel argumento, como prueba, ha sido cuantificado, o que tiene una base estadística.
Los hombres tenemos una rara tendencia a creer que las cosas son claras y conclusivas cuando nos las explican en términos que no acabamos de comprender.
La necesidad de saberlo y entenderlo todo es una necesidad en cierta medida “primitiva” pero es también una necesidad “neurótica”.
Los rasgos más característicos de la neurosis es precisamente esta necesidad convulsiva de verlo todo claro.
Recortamos el mundo a la medida de nuestras necesidades.
Nos resistimos a mezclar nuestras experiencias.
Filosofar, por el contrario, es llegar a poner en contacto lo que sabemos con lo que sentimos, lo que pensamos con lo que hacemos.
Es desconfiar de las explicaciones que satisfacen, arriesgarse a menudo a ver más, o menos, de lo que quisiéramos ver.
La búsqueda obsesiva de un “sentido” para todo acaba así fácilmente en la paranoia.
Esta necesidad de interpretar y calificarlo todo no responde tanto a nuestro deseo de conocimiento como a nuestra necesidad de apaciguamiento.
Que no es tanto un producto de nuestra curiosidad como de nuestra ansiedad.
Más que expresión de nuestro interés por el mundo responde al miedo que éste nos produce.
Desde la percepción y las imágenes
Decíamos que la voluntad o la necesidad de ver claro era una actitud más primitiva o neurótica que intelectual o teórica.
Añadimos que la filosofía ha de comenzar por ver un poco más oscuro aquello que de antemano todo el mundo ve claro.
Son sumamente útiles los hábitos perceptivos que nos permiten seleccionar con rapidez lo que tiene de relevante un estímulo visual, aquello precisamente que exige de nosotros una respuesta inmediata y eficaz.
Desentrañar el arsenal de capacidades, virtudes, reflejos, recuerdos o conocimientos en que nos apoyamos para hacernos una idea clara, elemental y expeditiva de las cosas.
Lo que incidentalmente oímos decir configura y de forma la visión de lo que tenemos ante los ojos.
Es una ventaja “saber” lo que buscamos.
Tener ya una “imagen” del objeto buscado nos ayuda a menudo a encontrarlo.
Sobre todos los sistemas de simplificar y “ver claro” el mundo planea uno que los domina e implica.
Un sistema que constituye el marco de todo lo que vemos, y que, en el límite, nos permite aclararnos sin necesidad de entender, o entender sin tener que pensar.
Este sistema no es sino el lenguaje que nos han enseñado de pequeños la lengua materna.
El mero hecho de hablar esta lengua supone ya asumir cierta concepción del mundo, una determinada manera de ver y entender las cosas, que nos ha sido transmitida por quienes, a lo largo de los siglos, han ido configurando esta lengua.