La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura gótica apenas había penetrado, Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.
Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al modelo caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y mecenas. Así, el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario ideal de la renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel preferente gracias al monacato.
Quattrocento
Tuvo su centro neurálgico en Florencia y la Toscana. La sencillez y claridad estructural y decorativa fue el rasgo fundamental de la arquitectura de este momento. Los modelos clásicos se someten a un proceso de estilización y se adaptan al templo cristiano. Fue frecuente recurrir a los órdenes clásicos, con columnas y pilastras adosadas, capiteles (con preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales), fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda
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