El éxito de una persona no depende del intelecto
o de estudios académicos, si no de su inteligencia emocional, que según el autor es la capacidad
de reconocer los sentimientos propios y los de los demás, para así manejar bien las emociones y tener relaciones más productivas con quienes nos rodean, y haciendo hincapié que no nacemos con
inteligencia emocional sino que nosotros mismos a podemos crear, alimentar y fortalecer a través
de nuestros conocimientos. También la podemos apreciar en nuestra capacidad de hacer las cosas,
nuestras habilidades, desempeñarnos bien en las situaciones de la vida cotidiana, trabajo, relaciones
de pareja, familia, estudio y demás.