Aristóteles defendía una ética que aceptaba el bien con un fin (generalmente la búsqueda de la felicidad). No obstante, estos bienes también pueden ser externos, del cuerpo y del alma.
La felicidad, según este filósofo, se podía identificar con las virtudes, que a su vez se alcanzaban mediante hábitos, para luego dividirse en éticas (como la fortaleza) y dianoéticas (como la inteligencia).
Todo esto daba paso a las acciones que el hombre realizaba para dar con un fin. Las mismas pueden ser de praxis (su fin es interior a la acción) que constituyen el hacer moral y de poiesis (su fin es exterior a la acción) que constituyen el hacer productivo.
Así, Aristóteles fue estableciendo su ética aristotélica de bienes la cual tenía estrecha relación con su política. Explicaba que existían formas de gobierno justas como la monarquía, la aristocracia y la democracia que se encargaban del bien y el interés común. Sin embargo, al desviarse daban paso a la tiranía, la oligarquía y la demagogia.
Finalmente, puedo concluir afirmando que al Aristóteles decir “El bien último que persigue el hombre es la felicidad” estuvo creando una relación directa con la psicología positiva, pues esta se encarga de estudiar las bases del bienestar psicológico y de la felicidad.