En total, Alemania perdió el 13 % de su territorio europeo y un 12 % de su población. Al oeste, Alemania devolvió la región de Alsacia-Lorena a Francia, de la que se había apoderado hacía más de 40 años. También le entregó terrenos a Bélgica y a la Liga de las Naciones le otorgó el control por 15 años de la región de Saar. En el norte, Dinamarca obtuvo la región de Schleswig; y al este, Polonia, Checoslovaquia y Lituania recibieron regiones, distritos y franjas territoriales. (Suárez, 2019, párr. 4)