La educación física, dada su naturaleza, puede y debe promover el desarrollo del pensamiento creativo, de las habilidades para la comunicación, la solidaridad y convivencia pacífica (con otras personas y con su entorno). En la participación en juegos, actividades deportivas, en la creación de ejercicios o rutinas de movimiento, en la cooperación en equipo para vencer desafíos aplicando diversas formas de movimiento y estrategias cognitivas para encontrar la mejor respuesta motora, en fin, en la clase de educación física, abundan las oportunidades para estimular aquellas habilidades o competencias para la vida.
Las nuevas generaciones deben tener hábitos saludables, para que vivan sus vidas a plenitud, con felicidad y por ende, con calidad de vida. Por tanto, se requiere un enfoque curricular en educación física que responda a estos desafíos. Esta necesidad ha sido entendida así en todo el mundo, de ahí que se ha estado en la búsqueda de un nuevo enfoque en esta materia, a nivel mundial, desde las últimas dos décadas del siglo XX y este proceso continúa a inicios del siglo XXI, caracterizándose por una deconstrucción y reconstrucción del concepto “educación física”, en la búsqueda de un nuevo paradigma.