La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se ha revelado. [...] En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro. [...] No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo.
Ellen White, Hechos de los apóstoles, 42-43; cf. Idem, Recibiréis poder, 13.