Durante esta fase, la producción industrial de Estados Unidos aumentó hasta un 80%. Este porcentaje estaba muy por encima de otros registrados por los países más industrializados, como era el caso de Francia, que había logrado un aumento del 50%.
La causa de este aumento de producción industrial fue el fuerte impulso de las industrias recientes tales como la del automóvil, la aeronáutica, la eléctrica, etc. Este dinamismo productivo, combinado con el abaratamiento de los precios y la aparición de nuevas fórmulas comerciales dieron lugar a un consumo de masas en todo el país.
La fortaleza económica estadounidense unida a la dependencia por parte de los países europeos debido a los préstamos recibidos convirtieron el dólar en la moneda de cambio y referente internacional.