El autor comenta que, los libros proféticos, tales como: Oseas, Amós, Miqueas, Sofonías e Isaías; no deben considerarse escritos en la misma fecha que sucedieron los eventos, sino posteriormente. Siendo la cueva de Qumran el sitio donde se encontraron la mayoría de los manuscritos antiguos, se debe considerar además la existencia de versiones textuales actuales, lo que pondría de manifiesto que los textos no son originales y que deben haber estado en uso antes del siglo II a.C.
Hablar de un "un origen" de cualquier libro profético, resulta muy problemático; por eso, Mackerle menciona que es mejor hablar de un proceso del origen de un libro. Desde ese punto de vista, se puede deducir que hablamos que este proceso habría durado varios siglos para su composición total.