Dentro de este grupo de arquitecturas, Waisman citaba la “gran experiencia brasileña” de Lucio
Costa, Oscar Niemeyer, Alfonso Reidy y otros tantos, quienes habían creado una arquitectura que había tomado elementos estructurales del modelo corbuseriano, pero con una “fluidez” y “libertad”
adecuadas al clima físico y cultural de su país, que la habían convertido, durante algún tiempo, en la “vedette de la arquitectura mundial”. Además, citaba al mexicano Luis Barragán, de quien valía destacar la obra que había
desarrollado en la década de 1950, y que, en su criterio, empleaba un lenguaje de la arquitectura moderna de manera ascética, manejando sutilmente elementos como el agua y la luz y el uso del color.