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TEMA: Del Sufrimiento a la Paz. - Coggle Diagram
TEMA: Del Sufrimiento
a la Paz.
Unos amigos para el camino
3.2. Despertar
Para lograrlo, en primer lugar debemos despertarnos, abrir el paso desde el subconsciente al consciente.
Significa objetivar el sufrimiento que es
puramente subjetivo.
Es tomar conciencia de tus posibilidades e imposibilidades.
Es tomar conciencia de que los hechos consumados, consumados están, y es inútil darse de cabeza contra ellos.
Es darte a ti mismo un toque de atención para caer en la cuenta de que te estás torturando con pesadillas que son pura fantasía, de que lo que te espanta no es real.
En suma, es saber que estabas durmiendo.
Basta despertar, y se deja de sufrir
3.3. Paciencia
Significa esfuerzo, orden y dedicación en la práctica de los ejercicios de autocontrol, relajación, meditación.
¿Qué es, pues, sentido de la vida?
Es aquel valor que da valor a todos los demás valores. Todo lo que es y hace una persona (palabras, actitudes, reacciones...) aparece revestido de un color y brillo tan particulares que no se puede explicar con palabras. Eso es el sentido de una vida.
Paciencia, que es el arte de saber, significa tomar conciencia de que la naturaleza humana es así.
3.1. Salvarse a sí mismo
Se refiere de un esfuerzo por el que uno mismo, con sus propios medios, se pone a salvo evitando caer en un peligro o saliendo de una situación mortal.
Iniciativas que cualquier persona puede utilizar, a modo de autoterapias, para evitar o mitigar el sufrimiento.
Es uno mismo quien puede y debe salvarse a sí mismo, para adquirir de esta manera la tranquilidad de la mente y el gozo de vivir. Para ello hay que comenzar por creer en uno mismo, y tomar conciencia de que todo ser humano es portador de inmensas capacidades que, normalmente, están dormidas en sus galerías interiores.
Hay que comenzar, pues, por creer en uno mismo y en la propia capacidad de salvación.
3.4. Poder mental
Las cosas existen en la medida en que existen en mi mente.
Se tratade adquirir un poder tan integral sobre mi mente, que pueda interrumpir a voluntad su funcionamiento cuando me dé cuenta de que está siendo dominada por recuerdos desabridos y memorias dolorosas.
El gran desafío del hombre para el hombre a lo largo de los siglos:
Qué hacer y cómo hacer para que yo llegue a ser dueño de mi mente, para que mi pensamiento esté únicamente ocupado por recuerdos estimulantes, ideas positivas, por motivos queridos por mí, y no por los que se me imponen.
Si todas las cosas existen para mí en la medida en que son captadas por mí, en la medida en que viven en mi mente, ya podemos imaginar que el dominio mental es un tesoro incomparable y la llave del reino de la serenidad.
Comenzando por la casa.
Hay que comenzar, pues, por uno mismo.
Sólo haremos felices a los demás en la medida en que nosotros lo seamos.
No debe olvidarse que el ideal bíblico se sintetiza en “amar al prójimo como a sí mismo”.
No estamos propiciando un hedonismo egocéntrico y cerrado.
Si alguien busca exclusiva y desordenadamente su propia felicidad, haciendo de ella la finalidad última de su existencia, está fatalmente destinado a la muerte, como Narciso; y muerte significa soledad, esterilidad, vacío, tristeza.
Los que se busca es que el hombre sea verdaderamente capaz de amar; y sólo lo será en la medida en que él mismo sea feliz.
Eliminando el sufrimiento, el ser humano, automáticamente, recomienza a vivir, a gozar de aquella dicha que llamamos vida.
La medida es, pues, uno mismo; y cronológicamente es uno mismo antes que el prójimo.
La maldición de la mente
El hombre rompiendo la vida prehistórica, tomó conciencia de sí mismo: supo que sabía, supo quién era.
Despertó de la larga y dulce noche prehumana; y, al despertar y tomar conciencia de sí mismo, la vida misma se le tomó en un enorme y aplastante problema: tenía que aprender a vivir.
Antes la vida se le daba hecha, espontánea y deliciosamente; ahora tendría que aprender a dar los primeros pasos con trabajo y fatiga.
Antes el vivir era una delicia; ahora, un desafío: todo lo tendría que improvisar, con sus correspondientes riesgos.
Al tomar conciencia de sí mismo, el hombre midió con precisión sus posibilidades y también sus impotencias.
La razón lo obliga a caminar por los pedregales infinitos hacia metas inaccesibles. Se propone alcanzar una cumbre, y, arribado a la cima, divisa desde allí otra montaña más alta que lo reclama.
La razón le dicta una cosa, y la emoción otra.
Su mente es, con frecuencia, una prisión en la que se siente atrapado; y no puede desechar de ella aunque quisiera, ni salir de esa prisión.
En suma, concluiremos con E. Fromm, que “la mente humana es la bendición y la maldición del hombre”.