Freud, Redi, Bion y más recientemente los analistas de grupo, describieron y analizaron los sentimientos colectivos y emociones de ese grupo. La institución se coloca entonces bajo la amenaza constante de la aparición de un fanatismo de grupo. Ahora bien, podemos constatar la frecuencia de la focalización de la vida afectiva e inconsciente de la comunidad sobre el individuo o los individuos más extravagantes, más peligrosos, más delirantes . En efecto, se dirigen directamente al inconsciente de cada cual y por consiguiente a su búsqueda de inmortalidad, de transgresión, de afirmación de un narcisismo que evacúa el problema del otro.
Una institución, atraída a ese camino temible, puede «estabilizarse» en un funcionamiento neurótico o psicótico que se convierte en la cultura a la que cada cual pertenece, y en ideal común. La locura colectiva tendrá grandes posibilidades, no solamente de mantenerse sino también de ser llevada a su culminación. Generada por una persona central , pertenezca esa persona o grupo a la categoría de los asistidos o de los asistentes, alcanzará a los diversos miembros de la institución en lo más íntimo de ellos mismos, y aumentará la cohesión mortífera y paradójicamente «fragmentadora» del conjunto. Es verosímil pensar que algunos miembros no van a poder soportar la desaparición de los síntomas que los protegían y a los que se habían acostumbrado.
Así que las instituciones, en virtud de esa obra de cura común, pueden poner en peligro a algunos de sus miembros, y hacerlos caer en una locura individual, irreductible, ahora que la locura colectiva ya no sirve de mampara, ni actúa como escudo contra las excitaciones.