Cuando estamos acostumbrados, es más, entrenados, para medir determinados aspectos de la realidad, existe el peligro cierto de ignorar más o menos deliberadamente lo que no se puede medir, o lo que es muy difícil de medir, de modo que lo medible adquiere una importancia desmedida. Lo medible se infla, lo no medible no importa, incluso se oculta para que parezca que no existe.