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profeta del reino de dios - Coggle Diagram
profeta del reino de dios
Profeta itinerante
Jesús no se instala en su casa de Nazaret, sino que se dirige a la región
del lago de Galilea y se pone a vivir en Cafarnaún, en casa de Simón y
Andrés, dos hermanos a los que ha conocido en el entorno del Bautista
Cafarnaún era un pueblo de 600 a 1.500 habitantes, que se extendía por
la ribera del lago, en el extremo norte de Galilea, tocando ya el territorio
gobernado por Filipo. Probablemente Jesús lo elige como lugar estratégico
desde donde puede desarrollar su actividad de profeta itinerante.
La pasión por el reino de Dios
Nadie duda de esta información que nos proporcionan las fuentes:
Jesús “fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea proclamando
y anunciando la buena noticia del reino de Dios”
Lo dicen todas las fuentes. Jesús no enseña en Galilea una doctrina
religiosa para que sus oyentes la aprendan bien. Anuncia un acontecimiento
para que aquellas gentes lo acojan con gozo y con fe
Jesús no se dedica tampoco a exponer a aquellos campesinos nuevas
normas y leyes morales. Les anuncia una noticia: “Dios ya está aquí
buscando una vida más dichosa para todos
Un anhelo que venía de lejos
El reino de Dios no era una especulación de Jesús, sino un símbolo bien
conocido, que recogía las aspiraciones y expectativas más hondas de Israel.
Una esperanza que Jesús encontró en el corazón de su pueblo y que supo
recrear desde su propia experiencia de Dios, dándole un horizonte nuevo y
sorprendente
Desde niño había aprendido a creer en Dios como creador de los cielos
y de la tierra, soberano absoluto sobre todos los dioses y señor de todos los
pueblos. Israel se sentía seguro y confiado. Todo estaba en manos de Dios.
Para Jesús, este mundo no es algo perverso, sometido sin remedio al
poder del mal hasta que llegue la intervención final de Dios, como decían
los escritos apocalípticos
La mejor noticia
La llegada de Dios es algo bueno. Así piensa Jesús: Dios se acerca
porque es bueno, y es bueno para nosotros que Dios se acerque. No viene a
“defender” sus derechos y a tomar cuentas a quienes no cumplen sus
mandatos. No llega para imponer su “dominio religioso”
El reino de Dios que Jesús proclama responde a lo que más desean:
vivir con dignidad.
Jesús, por el contrario, busca la destrucción de Satán, símbolo del mal,
pero no la de los paganos ni los pecadores. No se pone nunca de parte del
pueblo judío y en contra de los pueblos paganos: el reino de Dios no va a
consistir en una victoria de Israel que destruya para siempre a los gentiles.
Dios, amigo de la vida
Nadie lo pone en duda. Jesús entusiasmó a los campesinos de Galilea. A
pesar de lo que se ha dicho sobre la llamada “crisis galilea” (Dodd, Mussner,
Schillebeeckx), el entusiasmo de los campesinos de Galilea por Jesús no
parece que decayera nunca (Aguirre, Sobrino). El reino de Dios, tal como él
lo presentaba, tenía que ser algo muy sencillo, al alcance de aquellas gentes.
Algo muy concreto y bueno que entendían hasta los más ignorantes: lo
primero para Jesús es la vida de la gente, no la religión.
Según los evangelistas, Jesús despide a los enfermos y pecadores con
este saludo: “Vete en paz” (Marcos 5,34; Lucas 7,50; 8,48.), disfruta de la
vida. Jesús les desea lo mejor: salud integral, bienestar completo, una
convivencia dichosa en la familia y en la aldea, una vida llena de las
bendiciones de Dios
Tienen suerte los pobres
Jesús no excluye a nadie. A todos anuncia la buena noticia de Dios, pero
esta noticia no puede ser escuchada por todos de la misma manera. Todos
pueden entrar en su reino, pero no todos de la misma manera, pues la
misericordia de Dios está urgiendo antes que nada a que se haga justicia a
los más pobres y humillados. Por eso la venida de Dios es una suerte para
los que viven explotados, mientras se convierte en amenaza para los
causantes de esa explotación.
Jesús no habla de la “pobreza” en abstracto, sino de aquellos pobres con
los que él trata mientras recorre las aldeas. Familias que sobreviven
malamente, gentes que luchan por no perder sus tierras y su honor, niños
amenazados por el hambre y la enfermedad, prostitutas y mendigos
despreciados por todos, enfermos y endemoniados a los que se les niega el
mínimo de dignidad