España había librado una prolongada guerra de conquista contra los moros; pero se trataba de reconquistar su propia tierra, que había sido invadida por los árabes.
La guerra que se hacía en las indias, en cambio, representaba un cambio diferente. Eran los europeos los invasores esta vez; las naciones indígenas no eran un peligro para España como nación y para la fe cristiana. Es verdad que los indígenas eran idolatras, y por lo tanto infieles pero en diferencia de los
mahometanos, no se oponían a la predicación y, si eran infieles, aquello se debía a que no habían tenido la oportunidad de que le hubiese sido predicada la fe cristiana.