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Aspectos psicoterapéuticos de la relación médico-paciente, Esto ocurre con…
Aspectos psicoterapéuticos de la relación médico-paciente
La alianza puede perturbarse por el enojo
del paciente con su médico.
Los conflictos con la familia del paciente.
Los pacientes a veces se quejan de su médico a otros médicos, o a las enfermeras o al personal del laboratorio que los atiende
Empatía
Características semiológicas del que escucha
empáticamente :
Pensamientos de los pacientes en relación a sus médicos
“No le caigo bien, me parece que no le gusta cómo actúo”
“No está cuando lo necesito”.
“En realidad no le importo, soy uno más que atiende por obligación”.
“Está más interesado en ganar dinero que en sanar a sus pacientes”.
“Me pide muchos estudios porque le interesa más lo que cobra que yo”.
La contratransferencia
Dificultad para relajarse y concentrarse plenamente en el paciente: Esto puede ocurrirles a los profesionales de la salud por estrés laboral, dificultades en la vida personal o por corresponder a estilos de comportamiento particulares. Las personas con tendencia a la acción, poco reflexivas, inquietas, las muy reprimidas o rígidas, los individuos a quienes les cuesta escuchar al otro, cuando son profesionales de la salud procederán en su tarea con las mismas características que en su vida personal.
Actitudes terapéuticas: Se trata de aquellas condiciones que establecen un marco al tratamiento, y que se deberían encontrar siempre presentes:
Esto ocurre con bastante frecuencia aunque los pacientes suelen no hacer comentarios al respecto por temor a ser agresivos y a perder el afecto y la atención del
profesional que los atiende.
Algunas veces estos disgustos se relacionan con acontecimientos de una cierta importancia, pero a menudo son consecuencia de situaciones que objetivamente poseen poca envergadura.
Casi en la generalidad de los casos se trata de algunas actitudes del médico, que en el marco de la transferencia afectiva, el paciente interpreta como abandono, poca consideración, rechazo, preferencias hacia otro paciente, etc.. Estos sentimientos son similares a los que sienten los hijos cuando interpretan que sus padres favorecen a algún hermano.
La forma más conveniente de prevenir estas situaciones es acordando de entrada las normas que regirán la relación, tales como la duración de la consulta, si el médico responde o no a los llamados telefónicos que el paciente le realiza, cuándo se hacen excepciones, cómo se atienden las emergencias, cómo se procede cuando el paciente no puede concurrir a la consulta, etc. Este conjunto de normas constituyen lo que llamamos encuadre.
Cuando esto ocurre corresponde escuchar lo que el paciente ofendido tiene que decir. La escucha debe hacerse en actitud amable, interesada, comprensiva y demostrando que se está prestando mucha atención al reclamo.
La respuesta debe ser ecuánime, de tal forma que el paciente no tenga dudas acerca de la neutralidad del interlocutor y de su interés por resolver la dificultad que lo aqueja.
Cuando el vínculo con el enfermo es afectivamente intenso y la distancia operativa se hace difícil de sostener, es fácil tomar partido por un enfermo que se presenta como “maltratado” por otro profesional.
Hay que tener en cuenta que estas identificaciones se ven facilitadas cuando los enfermos son personas muy jóvenes, cuando padecen mucho sufrimiento o cuando tienen mal pronóstico de vida.
Contacto visual : La mirada debe ser expresiva, mostrar atención, concentración en lo que el paciente relata, interés en lo que dice y deseo de comunicación.
Postura : De frente al paciente, relajado, con tendencia a acercarse. Se debe transmitir la sensación de que se dispone del tiempo suficiente para escucharlo. La expresión facial debe ser congruente y acompañar la
mirada.
Cualidad verbal : El tono debe ser audible para el paciente sin necesidad de gritar, se debe modular con claridad para evitar malentendidos, la entonación debe corresponder a lo que se habla.
Contenido verbal : El paciente debe sentir que el médico lo ha comprendido. Parafrasear y reflejar son técnicas útiles.
Tolerancia discriminada: Se trata de que el paciente perciba desde el inicio mismo del tratamiento, que la consulta se desarrolla en un clima de continencia afectiva, donde no es posible detectar signos de autoritarismo ni intenciones de dominación por parte del médico, y donde existe un profundo respeto por la singularidad del otro.
La disponibilidad del paciente y del médico : Muchas veces las personas concurren al médico sin estar en condiciones de iniciar un proceso terapéutico. Sin embargo solicitan la consulta y van al médico sea porque sus familiares insisten, porque en realidad desean depositar en otro la responsabilidad de su salud sin hacerse cargo de ella, porque en el trabajo así se lo exigen, o bien porque la concurrencia al médico se toma como una de las tantas rutinas de la vida. Lamentablemente sin esta disponibilidad del médico y del paciente es muy difícil que se logre un éxito terapéutico.
La escucha atenta e imparcial: Se refiere a la disposición del médico a escuchar atentamente, intentando comprender, sin juzgar, sin aconsejar y sin entrar en controversias con el paciente. Se trata de una escucha empática que permite valorar mejor la situación de la persona enferma como totalidad y por lo tanto favorece la decisión acerca del tipo de intervención a proponer, teniendo en cuenta que la no
acción es también una intervención.
FACULTAD DE PSICOLOGÍA PSICOLOGIA MÉDICA
Lic. Mariela Laínez
1201200200796 Karla Monserrat Ferrufino Manueles
0801200406608 Jennifer Nicol Matamoros Amador
Sección: 0901
Por otra parte, durante las internaciones, es bastante frecuente que el o los familiares de los enfermos entren en conflicto con los médicos a cargo de ellos, generalmente a partir de malentendidos producto de mecanismos defensivos, sobre todo proyectivos, ya que cuando la angustia que produce la situación es muy intensa, se hace necesaria la existencia de un enemigo real y concreto, ajeno a la persona del paciente, con quien poderse enojar y descargar la rabia, consecuencia de la frustración y la impotencia que las enfermedades graves o incurables producen.
Cuando las disconformidades no se aclaran, escuchando las quejas primero, resolviendo las fallas en la atención si las hubiera, para luego tratar de llegar a entendimientos básicos, se mina la confianza del paciente en el médico o en el equipo de salud interviniente, con lo cual se debilita la alianza terapéutica.
El psiquiatra o el psicólogo de enlace puede colaborar en este proceso. Frente a estas circunstancias donde la comunicación que se despliega es muy patológica, la mejor protección posible para los profesionales de la salud, consiste en poseer conocimientos básicos sobre el comportamiento de las personas cuando están enfermas y realizar trabajo en equipo con reuniones de discusión de los casos clínicos más complicados.
Falta de tiempo : Si la tarea que se le impone al médico supera sus posibilidades concretas, no podrá desarrollar “escuchas empáticas” muy frecuentemente porque para ello se necesita tranquilidad y un tiempo de consulta adecuado.
Ruidos e interrupciones : También son barreras porque impiden que se genere el clima de calma necesario.
Personalidad del paciente : Algunos pacientes son reacios a exponerse emocionalmente, otros no pueden hacerlo por las características de su personalidad. Los enfermos con trastornos psicóticos, si bien pueden evidenciar una emocionalidad de gran intensidad y desborde, no son empatizables porque la psicosis no es co-vivenciable. Hay que tener en cuenta que despiertan emociones contratransferenciales intensas en el equipo médico, tales como miedo, angustia, desconfianza, enojo.
Las emociones contratransferenciales en la relación médico paciente, tienen que ver con las proyecciones transferenciales de los pacientes y la cualidad de éstas. Las características de la personalidad y la historia de vida del enfermo determinan, como hemos visto, dicha cualidad. La personalidad e historia de vida del médico teñirá y singularizará la contratransferencia.
Estas emociones son percibidas como sentimientos frente a los pacientes. Algunos gratos, como la simpatía, la admiración, el cariño, que el médico reconoce con facilidad. Pero en general cuando las emociones que se sienten frente a un paciente son negativas, tales como aburrimiento, fastidio, repugnancia, desprecio, rabia, etc, son más difíciles de reconocer, especialmente cuando el médico tiene una imagen idealizada de sí mismo y no concibe que pueda sentir por su paciente otra cosa que afectos positivos.
Es decir que cuando un individuo escucha a otro con atención, interés y concentración, decimos que ha empatizado si logra sentir en sí mismo, la emoción que el otro relata y vivencia. O sea que co-vivenciar ( sentir al mismo tiempo en el propio interior) es empatizar. Es imposible comprender qué le está pasando a un paciente si quien lo atiende no co-vivencia lo que él siente, si no empatiza con él.
Esta emoción “contagiada” no es una reacción a lo que el paciente siente, (contratransferencia), sino una masiva identificación transitoria.
En cambio, cuando el paciente está relatando un hecho muy doloroso, triste,dramático o alegre para él, el
médico que lo escucha puede sentir pesar por lo que al otro le pasa o producirle placer el que le esté yendo bien, es decir puede sentir una emoción del mismo tono afectivo, pero no la vivencia de la emoción en la propia interioridad, no hay “un contagio de la emoción” sino un acompañar al otro. En este caso decimos que se trata de una emoción simpática de carácter contratransferencial.
Existe una distancia conservada y una clara diferenciación entre lo que el médico y el paciente sienten