Ciertas situaciones dejan un sabor amargo en la boca. Ciertos casos huelen mal. A veces recurrimos a un simple ges to: cubrirnos los ojos o las orejas, apretarnos la nariz, hacer como que escupimos algo. Este simbolismo corporal es a la vez vivido y económico, pues condensa en una palabra o en un gesto toda una oración. La reacción de conversión da un paso más allá, pues en ella el órgano sensorial actúa como si en verdad estuviera impedido en sus funciones. Esto es, simplemente, una exageración de la función normal de la exclusión, tan esencial en toda percepción y conducta organizadas.