En esta crisis, los niños necesitan lograr el equilibrio justo entre la autonomía y el control externo.
Durante esta etapa, pegar o llorar constituye el lenguaje del niño para obtener lo que desea.
Por su parte, la vergüenza en el infante se expresa como una necesidad de no ser visto, de ocultar su rostro, algo que tiene como consecuencia las rabietas y los llantos, o diferentes manifestaciones de desbordamiento emocional. El control exterior debe ser firme y tranquilizador para que aparezca la autonomía.