Erigir de nuevo, y poner en su lugar, las esencias intelectuales, objetivas, e independientes del tiempo y de las costumbres es uno de los más atrevidos méritos de Husserl, si se
toma en cuenta la fama del positivismo, que entonces llegaba a su apogeo.
Husserl llama actitud ingenua a la de aquellos que aceptan
la existencia real de los objetos captados.