Cualquier idea unívoca de la filosofía queda superada cuando se advierte que ésta no puede permanecer al margen de la profunda revolución histórica que representa el paso del “mono-culturalismo” al “multi-culturalismo”, ese tránsito esencial que implica el giro hacia el reconocimiento de la pluralidad y diversidad de las culturas humanas y, con ello, de su dignidad y su “humanidad”; el reconocimiento, en fin, de la alteridad de la creación humana, al mismo tiempo que de su intrínseca “semejanza”.
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