Las políticas, normativas y procedimientos, incluso cuando son sensatos, pueden convertirse en barreras para la velocidad estratégica. Es inevitable que dichas barreras aumenten con el tiempo, a medida que se introducen para hacer frente a problemas reales de costes, calidad o adaptabilidad. Pero en un mundo en constante cambio terminan convertidas, en el mejor
de los casos, en baches en el camino y, en el peor, en auténticos muros de hormigón.