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LAS CLAVES DE LA SOCIOLOGIA 2 - Coggle Diagram

- - - - La razón primordial reside en que para los «institucionalistas» actuales en Francia, la institución no constituye un objeto social entre otros (junto a los grupos, las organizaciones, los sociales, la sociedad global. el Estado, etc.), como tampoco el signo de un retorno al sociologismo, que excluyera simultáneamente lo económico, lo político, lo ideológico o lo psicológico.
        
        La institución es un objeto de conocimiento.
- - - - Paralelamente se inició una corriente de pedagogía institucional. Se halla parcial y directamente ligada a la corriente psicoterápica con F. Oury y A. Vasquez; en parte a la tendencia de la autogestión pedagógica, con R. Fonvieille, G. Lapassade, M. Lobrot, y R. Lourau.
        
        Diferenciado en sus orígenes por la referencia al psicoanálisis (corriente psicoterápica), o a la psicosociología y a la sociología (corriente de la autogestión), este movimiento, sobre todo desde 1968, se institucionaliza bajo la forma de asociaciones, y enseñanza en las Universidades (Nanterre, Tours, Sorbonne, Vincennes).
  - - - Otras corrientes, como la de Van Bocks taele, emplean esta noción para designar su estudio de un nuevo método intermedio entre el psicoanálisis y la sociología.
- - - - Otros investigadores tratan de profundizar en la historia de la Tercera Internacional, estudiando las relaciones que han mantenido y mantienen la teoría y la práctica del movimiento comunista con las diversas instituciones, en particular en el dominio de la educación.
    - - Finalmente, aunque la lista no es exhaustiva, algunos sociólogos del Tercer Mundo estudian las transformaciones institucionales y las nuevas formas de contra-institución surgidas de la descolonización y de la independencia». El análisis institucional que se refiere a los soportes instituidos del saber (universidad, investigación pública y privada), también se inscribe dentro de esta perspectiva.
  - - - En un conjunto social, caracterizado por su unidad de organización con vistas a una eficacia, existen diferencias entre los miembros o las categorías que lo componen. También existen contradicciones.
        
        Por ejemplo la diferencia de sexos, cuando sirve de base a una oposición de status (la mujer peor pagada, o con menos poder que el hombre), acarrea una con tradición entre la igualdad formal, oficial, y la desigualdad real, oficiosa, del hombre y de la mujer dentro de la producción.
        
        Otro ejemplo: hay diferencias de filiación política o de adscripción ideológica entre los miembros de una organización; pero estas diferencias veladas habitualmente tras la unidad de proyecto y de acción, pueden llegar hasta la contradicción si ciertas adhesiones o adscripciones implican un rechazo de los objetivos de la organización.
        
        Lo más corriente es que los intereses de los individuos y de las categorías sociales involucradas en un conjunto social, y que participan en su unidad, estén en conflicto y en lucha.
        
        Ahora bien, a partir de estos conflictos y es tas luchas entre filiaciones y adscripciones diversas y contradictorias, se mantiene la unidad de cualquier grupo, de cualquier organización o conjunto social.
        
        Esta unidad hay que comprenderla dialécticamente:
        
        a Un conjunto social posee una unidad positiva que expresan sus objetivos, sus finalidades, su función oficial: producir coches, formar niños, etc. Este primer momento de la unidad se califica como positivo porque, en efecto, producir coches o formar niños constituyen objetivos reconocidos universalmente como legítimos, e incluso indispensables.
        
        b Un conjunto social, en cuanto unidad positiva, viene negado por cada subconjunto o categoría social imbricada en esta unidad, porque los objetivos oficiales, comprenden, de hecho, una pluralidad de objetivos, o de intereses particulares los objetivos de los accionistas de una empresa no son los mismos que los de los empleados; los objetivos y los intereses de la dirección de una asociación no son los mismos que los de la «base», o de una parte de la base, etc.
        
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        c Pero el conjunto social no puede funcionar más que si esta primera negación viene negada a su vez por la existencia de formas sociales más o menos estables, más o menos aceptadas por todos, indispensables si la idea contenida en el primer momento (unidad positiva) quiere realizarse concretamente bajo la forma de coches o de aculturación.
        
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        En este proceso permanente, jamás inmóvil (salvo en el caso de que el conjunto social no defienda más que su propia supervivencia), se ve que los tres momentos se hallan siempre simultáneamente presentes.
        
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- - - - En cambio, es mucho más fácil percibir desde el exterior las relaciones negativas de tal agrupamiento con sus miembros, sus usuarios, otros agrupamientos, o el conjunto de la sociedad. De esta forma tal agrupamiento aparece como marginal (por ejemplo, una escuela), o concurrencial (por ejemplo, una empresa comercial) o dominante (por ejemplo, una iglesia), con relación al conjunto de la sociedad y a sus otros elementos distintos.
        
        No brinda sus servicios efectivos más que a una parte de la sociedad, la cual recibe por tanto servicios parciales de otros agrupamientos. Frente a las partes de la sociedad definidas en cuanto apartadas del campo de aplicación del agrupamiento, este último no supone ya una relación positiva, sino una relación negativa. Una visión total y no parcelaria del agrupamiento en tanto que unidad negativa exige, pues, el análisis de las relaciones entre su faz positiva y su faz negativa, entre su estructura y la del sistema social global.
        
        ¿Qué interés puede existir, y para quién, en un método semejante, que por lo demás no pretende llegar a una transparencia de la «materia social»?
        
        Todas las categorías sociales pueden descubrir su verdadero lugar en la producción y en la organización social, si este descubrimiento se realiza sobre el terreno, en las situaciones concretas de trabajo, descanso, de ocio, de educación, asistencia, de administración, etc.
        
        Según el análisis institucional, el saber social no es el resultado sólo de los especialistas; no se otorga después a los que han solicitado una encuesta (por regla general, los dirigentes de las instituciones que pagan).
        
        Este saber lo producen los propios actores y en situación de trabajo analítico (el análisis de las instituciones no es tampoco una especialidad de sociólogo, de psicosociólogo, de jurista o de especialista de la política, sino la labor de todos, cualquiera que sea el grado de cultura o de conocimientos especializados).
        
        En la realidad cotidiana existe además una especie de análisis institucional permanente y «salvaje» debido a todos los actores. Este análisis está muy diferenciado según el nivel de cultura, de información, dicho de otra forma, según el lugar que se ocupa dentro de las jerarquías y dentro de las relaciones de producción.
        
        Pero el análisis del portero no es más «estúpido» o menos «científicas que el de su inquilino, sea éste jefe de empresa o intelectual. Como tampoco el uso de la interpretación de los sueños, antes de la aparición del psicoanálisis, era más científica según se tratase de un adepto inculto o cultivado de la interpretación de los sueños. Como en el psicoanálisis, lo que importa en este caso es el instrumento utilizado.
        
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        Lo incognoscible adopta un contenido muy concreto, el de no saber de los actores sociales en función de su lugar en la producción y en las relaciones de clase, pero asimismo y en primer lugar, en función de la existencia de una sociedad de clases, radicalmente contraria a la idea de un saber social totalmente asequible, hasta para los mejor situados.
        
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- - - - Epopeya: los pequeños grupos informales con solidan su eficacia organizándose en el seno de un movimiento estructurado pero democrático, y acaban por adquirir la estabilidad y la legitimidad de una «institución» aceptada por el conjunto de la sociedad.
      - Tragedia: la espontaneidad del grupúsculo se pierde en el anonimato del movimiento de masas y el rigor burocrático de la organización, para acabar por caer en la esclerosis de la institución, a la que se acusa de reproducir las relaciones sociales autoritarias y la ideología dominante que el grupúsculo se proponía evitar.
      - Dominan estas dos descripciones dos ideologías divergentes, que no corresponden forzosamente a las filiaciones o a los credos oficiales y conscientes de quienes las comparten. Ninguna toma en cuenta el movimiento, que es la materia propia de la vida social y no sólo rige las relaciones entre las instituciones (u organizaciones, o colectividades), sino la propia institución, en la dialéctica de sus momentos diversos.
        
        El espontaneísmo y la preeminencia de la organización son ideologías que dan autonomía a fenómenos no aislables de espontaneidad o de estructuración. El «ascenso» o la «caídas en la institucionalización constituyen procesos sociales de gran generalidad, y no «victorias» o degeneraciones» de los movimientos y los grupos.
        
        La negatividad que la concepción optimista considera ascendente y la concepción pesimista descendente es a un tiempo ascendente y descendente; el grupo niega la institución y la institución niega al grupo. Al pretender institucionalizarse, un grupo, un movimiento poco estructurado, intentan aumentar su poder, y al mismo tiempo se someten a lo inexorable, a la muerte.
        
        Institucionalizarse es adquirir una forma material, es volver a lo que negaban las fuerzas instituyentes del grupo o del movimiento, es adoptar las formas y las normas instituidas con el fin de existir como institución. Pero esta vuelta, esta adopción, no significan forzosamente regresión y traición al proyecto: se trata de una vuelta a lo instituido en tanto que ha sido negado por lo instituyente, y de una negación de lo instituyente en tanto que resulta negado por lo instituido.
        
        Esta dialéctica de los tres momentos del concepto de institución actúa en la medida en que el juego social, las posturas políticas, son relativamente «abiertos». Y los límites de este juego están siempre determinados por el con junto de las relaciones sociales dominantes (relaciones de producción, relaciones sexuales, relaciones pedagógicas, etc.).
        
        En los límites más o menos amplios del juego social en los momentos de crisis larvada o violenta, se introducen también las contrainstituciones como alternativa al sistema institucional existente, a la ideología dominante, y a las relaciones sociales impuestas por el modo de producción.