A finales de julio, el presidente Asad sorprendió a muchos observadores al admitir “una falta de recursos humanos” que obliga al ejército sirio a “abandonar algunas áreas”. “Cada pulgada de Siria es preciosa”, dijo, añadiendo de forma significativa: “Ha sido necesario especificar en qué zonas críticas deben resistir nuestras fuerzas armadas” El discurso ha sido interpretado por varios observadores como la aprobación obligatoria de una futura partición de Siria, en la que el sistema mantendría Damasco, las carreteras que incorporan la ciudad más importante con la zona noroeste de la nación, y la franja costera de mayor parte alauí, dejando lo demás en manos de la contraposición. Marc Champion, de 'Bloomberg', resume: “Irán querrá que un sistema amistoso dominado por los alauíes controle Damasco y un pasillo seguro a partir del aeropuerto de la ciudad más importante hasta Líbano. Rusia querrá saber que su base naval en Tartús [en la costa mediterránea] está segura, y que Siria en su grupo no se convertirá en un estado islamista suní ni en un protectorado de Estados Unidos. Arabia Saudí querrá ver cómo Hizbulá sale de Siria y la predominación de Irán se disminuye. Turquía querrá que una entidad suní controle Alepo y el norte, y que se limite la soberanía kurda”. Lo demás, las zonas centrales y sudorientales de mayor parte suní, se las disputarían las distintas milicias opositoras, que en el mejor de los casos podrían producir un artefacto estatal común.