Durante el esplendor de la constitución republicana de Roma, el senado fue la institución más importante del gobierno, básicamente el órgano asesor de los magistrados, tal como lo había sido del rey; pero a diferencia de lo que sucedía con el monarca, los magistrados estaban moralmente obligados a consultar siempre el parecer del senado y a seguir los consejos que les dieran los senadores, entre sus funciones estaba ratificar los acuerdos de los comicios, administrar el tesoro público, manejar la política exterior, y nombrar al dictador.
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