Mientras el perro luchaba para salir del agua, Pedro lo observaba con atención y nerviosismo. El niño, de apenas 10 años, era consciente del peligro que acarreaba la situación: el animal podría morir ahogado, al igual que él si se arrojaba a salvarlo. Sin embargo, tomó coraje y se lanzó al agua. En su interior, sentía que no podía quedarse inmóvil ante un perro en problemas. Tito llegó hasta el animal, lo abrazó y juntos comenzaron a luchar contra la corriente. Al cabo de unos minutos, los dos descansaban en la orilla, exhaustos y a salvo.