En esta fase las posesiones europeas se concentraron principalmente en América, y a lo largo de la misma se produjeron varios repartos: ya antes de 1660 se registraron varios de ellos, dado que las potencias que habían llegado tarde a la conquista colonial, como Holanda, Francia e Inglaterra, habían sido excluidas de la expansión ultramarina por medio de varias bulas promulgadas por la Santa Sede, que había reservado todas las zonas no cristianas del mundo a España y Portugal.