Solo vi que era un deber sagrado atender nuestra salud… Sin embargo, tenemos el deber de hablar, de oponernos a la intemperancia en todas sus formas—intemperancia en el trabajo, en el comer, en el beber, intemperancia en el consumo de drogas—, y entonces señalarles la gran medicina de Dios: el agua, el agua pura y suave, para la enfermedad, para la salud, para la limpieza y la higiene, y para los lujos
Si el adventismo llegó al borde del colapso en 1856 debido a la falta de organización y a su incapacidad de pagar los salarios de los pastores, en 1865 estuvo al borde del desastre debido a los malos hábitos de salud de sus principales ministros
Nuestro pueblo debiera tener una institución propia, bajo su propio control, para beneficio de los enfermos y sufrientes entre nosotros que desean tener salud y fuerza para que puedan glorificar a Dios en su cuerpo y espíritu, que son suyos. Dicha institución, correctamente conducida, sería el medio para exponer nuestros puntos de vista a muchos a quienes nos sería imposible alcanzar mediante el curso corriente de presentar la verdad
En 1876 se nombró a John Harvev Kellogg como administrador general del Instituto de Reforma pro Salud.
En pocos meses, Kellogg había cambiado el nombre de la institución a Sanatorio de Battle Creek.
La palabra sanatorio, proclamaba él, significaba un “lugar donde la gente aprende a estar bien”.
Para la década de 1890, bajo la dirección de Kellogg, el Sanatorio de Batte Creek se transformó en la mayor institución de su tipo del mundo y alcanzó renombre universal
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