Han pasado muchos años desde que, en 1887, Ma-tilde Montoya se graduara y pasara a convertirse en la primera mujer mexicana en titularse como médi-co. Cuánto ha cambiado este panorama desde aque-lla primera incursión, repleta de obstáculos y difi-cultades, a las estadísticas actuales donde se con-templa que más del 50% de los estudiantes de medi-cina, casi en el ámbito mundial, son mujeres
Este fenómeno, denominado ‘feminización’ de la medicina o de la práctica médica, es aceptado por muchos y criticado por otros tantos. ¿Será un tér-mino ofensivo? ¿Será un halago? En mi opinión, la igualdad de condiciones y dignidad es inherente a cualquier persona humana, sin diferencias por su sexo
Algunos autores alertan sobre el peligro de esta incorporación, a la que denominan masiva, pues consideran que en ocasiones las mujeres no tienen la capacidad física o mental para soportar las cargas de trabajo y estrés que implica. Es común que se contemple a la mujer como un peligro laboral, ya que será ella quien habitualmente solicite permisos para cuidar a algún familiar enfermo o hacerse cargo de sus hijos
En un estudio realizado por Batchelor se demos-tró que las mujeres se retiran más tardíamente, es decir, permanecen activas más tiempo en su profesión, independientemente de tomar alguna pausa por motivos familiares