En su creación La urbe de Dios, Agustín habla con respeto tanto de Sócrates como de Platón. Consideraba que Platón, el discípulo de Sócrates, era tanto "tan importante por su brillantez que merecidamente había eclipsado a todos los otros" como "un maestro con razón preciado por arriba de todos los otros filósofos paganos ..." (Gochberg, 639/642). A la edad de 32 años, regresó al cristianismo, y en 387 EC, se designó, viajando a Hipona en el Norte africanos, donde ha sido ordenado sacerdote, convirtiéndose en obispo en 395 EC.