Desde este punto de vista, se levanta el comentario de Martínez Navarro (2000) al señalar que una ética para el desarrollo sería aquella que permita orientar las tareas y las relaciones prevalecientes desde una óptica de carácter personal, social, ecuménico y ecológico; esto es, como aspiración común de hacer o conseguir algo, que esapreciado como humanamente digno, que permita favorecer la presencia de una cordura en los planes políticos, como también en las reformas estructurales al observar el desarrollo en el ámbito local, nacional e internacional con el fin de poner freno al incorrecto desarrollo.