Las tabernas, que proporcionaban un plato de comida caliente a la mayoría de población, eran para la élite un compendio de inmoralidades y vicios: alcohol, juego, amenaza de sedición y prostitución. Las meretrices eran vistas como la mujer pública, inmoral y activa, la antítesis de lo que estipulaban las concepciones de la Antigua Roma, pero "este oficio ofrecía a muchas romanas pobres mayor grado de libertad que la semi esclavitud que suponía para ellas el trabajo doméstico".
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