Estos dos lideres que pareciesen liderar sectas en vez de partidos políticos han prolongado el estancamiento de la nación, como si no hubiese sido suficiente que durante mas de medio siglo gobernar las mismas 4 familias, los Valencia, los Pastrana, los Lopez y los Lleras. Familias que hicieron de Colombia su finca y que hasta el presente siguen controlando y moviendo sus influencias con el fi de conservar su fortunas y prestigio. Esta maquinaria política ha evolucionado a dos nombres fijos que retoman en la cabeza de cualquier colombiano que prende el noticiero de las 7 de la noche con frecuencia. El matarife y el comunista, el dios y el diablo, el parado y el guerrilleo, Petro y Uribe, dos sujetos cuya edad pareciese detenerse por su ambición y que son la nueva causa de la polarización y el odio en Colombia.
Sujetos que disfrazan sus intereses con viejas frases de académicos y que se han refugiado y usan como escudo a las ideologías de izquierda y derecha, manchándolas y creando desprecio hacia el espectro político, un espectro que en teoria debe representar los gustos y pensamientos de quienes le conforman y buscar el bien común de la sociedad, mas no el bien común de algunos pocos que se han hecho dueños de las minas de oro que brinda el capitalismo.