Hoy, la cuenca atmosférica y en general el ecosistema, especialmente metropolitano, deben ser internalizados por la política pública y no sólo por el mercado privado. Ambos deben enfrentar una nueva forma de generar conciencia sobre el problema y actuar reconociendo que la ciudad injusta y deteriorada es el caldo de cultivo para la disrupción social. Por ello, quien consume recursos naturales, los deteriora o contamina, deben pagar y restituir y, contrario sensu, quien protege, conserva y mejora el ambiente, debe ser recompensado promovido.