La religiosidad, como apertura del hombre a una dimensión trascendente de la realidad, tiene su fundamento en la necesidad, de dar sentido a sí mismo, a su existencia, a sus circunstancias gozosas y dolientes, a su muerte, de dar sentido al mundo
Hemos situado el fundamento de la experiencia religiosa en la relación del hombre con el Misterio la convicción profunda de hallarse ante “algo”–alguien– trascendente, numinoso, tremendo y fascinante, arrobador.