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CAPÍTULO V CONTRA EL ENEMIGO COMÚN - Coggle Diagram
CAPÍTULO V
CONTRA EL ENEMIGO COMÚN
A medida que avanzaba la década de 1930 era cada vez más patente que lo que estaba en juego no era solo el equilibrio de poder entre las naciones estado, sino una guerra civil ideológica internacional.
Fue una guerra internacional porque suscitó el mismo tipo de respuestas en la mayor parte de los países occidentales .
Fue una guerra civil porque en todas las sociedades se registró el enfrentamiento entre las fuerzas pro y antifascistas.
Fue el ascenso de la Alemania de Hitler el factor que convirtió esas divisiones civiles nacionales en una única guerra mundial, civil e internacional al mismo tiempo.
La Alemania de Hitler era la pieza esencial, la más implacable y decidida a destruir los valores e instituciones de la civilización occidental.
Las posibles víctimas de Japón, Alemania e Italia contemplaron como los países que formaban el Eje progresaban en sus conquistas, en el camino hacia la guerra ya desde 1931.
En 1933 se produjo la subida de Hitler al poder en Alemania, en 1934una guerra civil suprimió la democracia en Austria e instauró el régimen semifascista.
En 1935 Alemania denunció los tratados de paz y volvió a mostrarse como una potencia militar y naval de primer orden.
Mussolini mostrando el mismo desprecio hacia la opinión internacional invadió ese mismo año Etiopía que conquistó y ocupo como colonia.
Las dos potencias fascistas constituyeron una alianza oficial, el Eje Roma-Berlín y Alemania y Japón concluyeron un pacto anti- Comintern.
Hubo otro factor que transformó la política nacional en un conflicto internacional: la debilidad cada vez más espectacular de las democracias liberales y su incapacidad o su falta de voluntad para actuar.
Fue la crisis del liberalismo la que fortaleció los argumentos y las fuerzas del fascismo y del sistema de gobierno autoritario.
Ante el avance de Alemania, los comunistas consideraron la posibilidad de ampliar su alianza con independencia de su ideología y sus creencias políticas, pensaban que el fascismo era el peligro principal.
El antifascismo organizó a los enemigos tradicionales de la derecha pero no aumentó su número, movilizó las minorías más facilmente.
El racismo nazi se tradujo de forma inmediata en el éxodo en masa de intelectuales judíos e izquierdistas, que se dispersaron por las zonas del mundo donde aun reinaba la tolerancia.
Los ataques contra la cultura vanguardista y la destrucción pública en la hoguera de libros judíos y de otros igualmente indeseables comenzó cuando Hitler subió al poder.
Los campos de concentración servían sobre todo como factor de disuasión frente a la posible oposición comunista y cómo cárceles de los cuadros de las fuerzas subversivas.
La Gran Guerra había dejado una huella indeleble en los gobiernos en particular en el francés y el británico.
La política más lógica era negociar con la revitalizada Alemania para alcanzar una situación más estable en Europa y para ello era necesario hacer concesiones.