En el primero, Felipe Montero ve los ojos de Consuelo, desgastados, secos, fríos y quiere alejarse de esa casa tenebrosa (Fuentes 16), pero enseguida ve los ojos de Aura: “[…] esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola […] esos ojos fluyen, se transforman” (17). Inmediatamente decide quedarse, permanecer junto a la juventud de esos ojos profundos. Mas esos ojos secos y desgastados, son los mismos que un día fueron espuma, que un día fueron verdor y vida