Generalmente las redes de cuidados están integradas en su mayoría por familiares, en especial por los hijos, lo cual está en relación con la afinidad que se tiene hacia dicho familiar, sobre todo las del sexo femenino, por la asignación social de roles que reconoce a la mujer como proveedora de cuidados a la familia. A su vez, los cuidadores se encuentran generalmente casados, y con un nivel educacional alto, a expensas de tener estudios universitarios y pre-universitarios concluidos. Si bien el hecho de tener un alto nivel educacional sitúa a los proveedores de cuidado en una situación ventajosa a la hora de abordar estas tareas, ya que están en mejores condiciones de entender instrucciones médicas, rutinas de ejercicios, entretenimientos, etc.
La presencia de cuidadores empleados le impide al cuidador contar con el tiempo libre disponible para realizar otras actividades vinculadas, por ejemplo, a la distracción, el trabajo o el autocuidado. A ello se suma la escasa o nula ayuda recibida por dichos cuidadores, la cual motiva la aparición de cambios en su vida como: sentirse cansados, no tener convivencia familiar, no poder realizar sus actividades diarias y muchas veces no poder salir a trabajar.
Factor de riesgo
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