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Siglo XVIII – La Ilustración - Coggle Diagram
Siglo XVIII – La Ilustración
Asido a una tensa cuerda de un cabrestante en la popa, miraba con algo de tristeza el alejarse de
la corbeta, tanto ya que no distinguía el Puerto de Cádiz. Tenía la misma sensación que cuando
partió en un galeón de guerra desde Panamá hacia el mismo Cádiz hace como diez años, pues
presagiaba que nunca más volvería a ver a su madre y hermanos. En esta ocasión partía a estudiar
el mundo como parte de una expedición científica y en aquella ocasión iba a servir a un noble
militar naturalista y que en esta nueva circunstancia lo acompañaba como ilustrador
Santiago Ak’abal era un indígena K’iche’ nacido cerca del pueblo de Quetzaltenango que contaba
con la protección de la encomienda que fue dirigida por Bartolomé de las Casas algunos lustros
atrás; su abuelo materno reconocía en ese fraile la voluntad de la paciencia y el respeto, por ello
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De Montevideo, otra vez abastecidos, se enrumbaron a Santiago de Chile pasando del Atlántico
al Pacífico por el turbulento Cabo de Hornos, lo que suscitó que la tripulación llana se pusiera
muy nerviosa,sobre todo cuando citaban el aparecimiento de monstruos que destruían las naves
y devoraban a sus tripulantes. Bueno, a Santi esto no le preocupaba pues sabía que eran
fabulaciones propias del Delirio do fome que sufrían los marineros en las largas travesías como
ocurrió en los barcos de Magallanes o Elcano. A ello se sumaba el temor de sufrir llagas en el
cuello y la espalda, pero sobre todo en la boca añadiendo la caída de los dientes, sangrados
nasales hasta que llegaba la muerte; mal que en la jerga marinera y pirata se conocía como scorbut
Santi envestido de mucha paciencia, de grupo en grupo explicaba que este mal se podía prevenir,
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Se abastecieron en Santiago y luego en Lima antes de detenerse por poco tiempo en el puerto
de Guayaquil. Desembarcó para acompañar a los médicos de la expedición que querían contar
con una cantidad apreciable de quina o cascarilla. En el mercado mayor al norte del puerto, él
prontamente reconoció estas plantas, pues las había dibujado tantas veces. Se comprometió a
fabricar la pócima que estaba indicada para tratar las fiebres tercianas y las disenterías. Sólo
recorrió las pocas calles de ese puerto, pues el calor, el ambiente y la gente le recordaban a su
suelo natal. Se enteró de las pestes que asolaban el medio, se sirvió con gusto comida fresca y
adquirió algunas frutas para matizar sus postres de a bordo.
A partir de Acapulco el trabajo de todos los equipos se intensifico y por supuesto Santi dejó de
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