Por ejemplo, un collar obsequiado por un ser querido, un vestido de bodas, un juguete de la infancia, una postal, un retrato, entendidos como objetos emocionales, permiten cubrir un espectro más amplio de actores y adoptar una definición de emoción centrada en la interacción social, lo que llamamos emoción no es una entidad discreta que se pone en juego en dicha interacción, sino el resultado de un proceso que ayuda a constituir (Zaragoza Bernal, 2015).