Su acción corrosiva se debe a que es capaz de arrastrar consigo agua, sales, polvo y gases influenciando así la deposición seca de contaminantes, la colonización biológica, y ciclos de humedad y secado. Si los monumentos en cuestión se hayan ubicados en zonas costeras, las partículas de arena son arrastradas a diversas velocidades colisionando con las zonas más bajas de las construcciones patrimoniales. Tales colisiones son capaces de remover físicamente materiales conformantes de estas, lo que se conoce como erosión.