El ad es, en definitiva, siguiendo los lineamientos lacanianos, un discurso. El discurso de la histérica es, por ende, aquel que más le aviene. El síntoma es el significante que aparenta ser el agente del discurso. Plantea Lacan:
El saber es esto – se les presentan cosas que son
significantes, y, de la manera en que se las presentan, no quiere decir nada, y después hay un momento en que ustedes salen del atolladero, de golpe quiere decir algo, y esto desde el origen, (Lacan, 2006a/2008, p. 185). El
sentido, cuya matriz nace, siguiendo a Foucault (1969a/2005) y a Pêcheux (1990), en la articulación con su formación y, siguiendo a Lacan (1973/2001), con el Otro, aquello que lo sustancia. Este lazo, que une el discurso con el sentido, no escapa, en términos lacanianos, al registro imaginario. En efecto, en el Seminario XXII (1974-1975), el psicoanalista ubica el sentido entre lo imaginario y lo simbólico: el sentido es aquello con lo que el imaginario responde a lo simbólico. El ad, entre otras problemáticas, procura tipificar los discursos con el fin de ubicar constantes en el lugar en que lo lingüístico y social se enlazan (Orlandi, 1987).