La colonización inglesa respondió a la necesidad de buscar nuevos mercados en un contexto de auge de la política mercantilista iniciada por Cromwell en el siglo XVII, que quiso ser traspasada a los territorios del norte de América y del Caribe.
La llegada de emigrantes a las costas norteamericanas se debió a varias razones: por motivos económicos y sociales, como la búsqueda de oro, y el interés de la Inglaterra protestante en combatir la expansión catolico hispano-francesa.
Ya para cuando la London Company, en 1606 y posteriormente la Virginia Company en cooperación con la Plymouth recibieron una gran dotación de tierras entre los paralelos 37° y 42°(franja de tierras ricas en bosques, con temperaturas suaves y un régimen de lluvias apto para el cultivo), y en 1607 se fundó la primera colonia inglesa con carácter permanente: Jamestown. Más hacia el norte se fundó Plymouth, en 1620, por un grupo de disidentes formados por los padres peregrinos que habían llegado de Europa a bordo del Mayflower.
Si los dos primeros asentamientos fueron respaldados por compañías comerciales, hubo particulares que promovieron la creación de colonias, como William Penn, fundador de Pennsylvania en 1681. Todas las fundaciones siguieron una u otra variante y, en todos los casos, la idea religiosa presidía el carácter de las colonias. La Massachusetts Bay Company adquirió parte de las tierras de Plymouth y envió en 1630 una nueva expedición que se estableció en Boston. En los años siguientes se fundaron Maine, New Hampshire y, en 1636, Rhode Island. En 1632 Cecilius Baltimore recibió autorización para crear una colonia que sería refugio de los católicos en Maryland, y poco después las Carolinas fueron repartidas entre los cuáqueros, al norte y los hugonotes, al sur.
Por último, Nueva York y Nueva Jersey fueron arrebatadas a los holandeses en 1664.