3.4 El Análisis Crítico del Discurso de T. van Dijk

Los analistas del
discurso y la sociedad

El poder como control

Marcos conceptuales
y teóricos

¿Qué es el análisis
crítico del discurso?

Análisis del discurso críticos
vs. análisis del discurso acríticos

Macro vs. Micro

El acceso al discurso
y su control

El control de la mente

El discurso y la reproducción del racismo

La complejidad de las relaciones
entre el discurso y el poder

Analizar la mente

Las estrategias discursivas
del control de la mente

Evaluación

Es un tipo de investigación analítica sobre el discurso que estudia primariamente el modo en que el abuso del poder
social, el dominio y la desigualdad son practicados,
reproducidos, y ocasionalmente combatidos, por los
textos y el habla en el contexto social y político. Su orientación característica hacia el lenguaje y el discurso se inició con la «lingüística crítica» nacida (principalmente en
el Reino Unido y Australia) hacia finales de los años
setenta (Fowler, Hodge, Kress y Trew, 1979; Mey, 1985). El ACD puede entenderse como una reacción contra los paradigmas formales (amenudo «asociales» o «acraticos») dominantes en los años sesenta y setenta.

Prolongando una tradición que rechaza la posibilidad de
una ciencia «libre de valores», aquéllos argumentan
que la ciencia, y especialmente el discurso académico,
son inherentemente partes de la estructura social, por
la que están influidos, y que se producen en la
interacción social. Como todos los investigadores, los analistas críticos del discurso deberían ante todo ser críticos de sí mismos y de los demás en su propia disciplina y profesión.
Lo cual significa que los investigadores críticos con frecuencia estarán al lado de los distintos grupos y gentes socialmente dominados en el mundo, por los que preferirán trabajar y con quienes se declararán solidarios.

El ACD no se ocupa exclusivamente de teorías y paradigmas, de modas pasajeras dentro de la disciplina, sino más bien denproblemas sociales y de asuntos políticos. Ello garantiza el permanente interés que siente por sus cimientos empíricos y prácticos, que son un necesario sistema de control, y que constituyen también un desafío para la teoría. La perspectiva del ACD requiere una aproximación «funcional» que vaya más allá de los límites de la frase, y más allá de la acción y de la interacción, y que intente explicar el uso del lenguaje y del discurso también en los términos más extensos de estructuras, procesos y constreñimientos sociales, políticos, culturales e históricos.
Fairclough y Wodak (1994: 241-270) resumen
como sigue los principios básicos del ACD:

  1. El ACD trata de problemas sociales.
  2. Las relaciones de poder son discursivas.
  3. El discurso constituye la sociedad y la cultura.
  4. El discurso hace un trabajo ideológico.
  5. El discurso es histórico.
  6. El enlace entre el texto y la sociedad es mediato.
  7. El análisis del discurso es interpretativo y explicativo.
  8. El discurso es una forma de acción social.

Dentro de los objetivos susodichos evolución muchos tipos de ACD, que pueden ser teórica y analíticamente bastante diversos.Como hemos sugerido, la mayor parte de los tipos de ACD plantearán cuestiones sobre el modo en el que se despliegan estructuras específicas de discurso en la reproducción del dominio social, tanto si son parte de una conversación como si proceden de un reportaje periodístico o de otros géneros y contextos.

El discurso, y otras interacciones socialmente situadas
cumplidas por actores sociales, pertenecen típicamente
a lo que se suele denominar el «micro-nivel» del orden social, mientras que las instituciones, los grupos y
las relaciones de grupos, y por tanto el poder social, se
emplazan usualmente en su «macro-nivel».
Necesitamos un marco teórico que nos
haga capaces de enlazar dichos diversos niveles de
descripción. He aquí algunas de las maneras en las
que niveles diferentes del análisis social pueden relacionarse:
a) Miembro de un grupo. Los actores sociales, y por
tanto también los usuarios del lenguaje, se involucran
en el texto y en el habla al mismo tiempo como individuos y como miembros de variados grupos sociales, instituciones, gentes, etc.
b) Relaciones entre acción y proceso. Lo anterior no
es sólo cierto para los actores sociales, sino también
para sus mismas acciones. De este modo, las acciones de
los niveles más bajos pueden conformar directa o
indirectamente procesos sociales o relaciones sociales globales entre grupos.
c) Contexto y estructura social. Los participantes
actúan en situaciones sociales, y los usuarios del len￾guaje se implican en el discurso dentro de una estructura de constreñimientos que ellos consideran o que hacen relevante en la situación social, esto es, en el contexto.
d) Representaciones sociomentales.Los actores, las
acciones y los contextos son tanto contractos mentales
como constructos sociales. Las identidades de la gente
en cuanto miembros de grupos sociales las forjan, se
las atribuyen y las aprehenden los otros, y son por tanto
no sólo sociales, sino también mentales.
Los contextos son constructos mentales (modelos) porque
representan lo que los usuarios del lenguaje construyen
como relevante en la situación social. Entre los niveles macro y micro del análisis pueden ser articulados a partir de las dimensiones superiores de los acontecimientos de comunicación: los Actores, sus Acciones(incluyendo el discurso) y Mentalidades, y sus Contextos

Una noción central en la mayor parte del trabajo crítico sobre el discurso es la del poder, y más concretamente el poder social de grupos o instituciones. Resumiendo un complejo análisis filosófico y social, definiremos el poder social en términos de control. Cerrar el círculo del discurso-poder significa, por último, que aquellos grupos que controlan los discursos más influyentes tienen también más posibilidades de controlar las mentes y Ias acciones de los otros.
En otras palabras, el dominio puede ser definido como el
ejercicio ilegítimo del poder.dividiremos el entero proceso
de la reproducción del poder discursivo en dos cuestiones básicas para la investigación en ACD:
a) ¿Cómo los grupos (más poderosos) controlan el
discurso?
b) ¿Cómo tal discurso controla la mente y la acción
de los grupos (menos poderosos), y cuáles son
las consecuencias sociales de este control?
La primera pregunta requiere especialmente investigación interdisciplinar en los límites entre los estudios del discurso, la sociología y la ciencia política, y la segunda involucrará sin duda a la psicología cognitiva y social. Obviamente, para entender cómo el discurso contribuye a la desigualdad social hay que estudiar también las consecuencias de la pregunta b), en particular cómo el control de la mente y de la acción en beneficio de grupos dominantes constituye la desigualdad social o conduce a ella.

Debido precisamente a que el paradigma crítico se centra en los lazos entre el lenguaje, el discurso y el poder, las dimensiones sociales y políticas han recibido en él una atención casi exclusiva. El ACD ha producido una gran cantidad de obras. Muchos de los estudios sociales y políticos sobre el lenguaje, su uso o el discurso también tratan cuestiones concernientes al poder y a la desigualdad.
A pesar de un largo número de estudios empíricos sobre el discurso y el poder, los detalles de la teoría multidisciplinar del ACD que debieran relacionar el discurso y la acción
con la cognición y la sociedad están todavía en la
agenda.

Entre muchos otros medios que definen el poder básico de un grupo o de una institución, también el acceso al discurso público y a la comunicación, y su control, son un importante recurso «simbólico», como sucede con el conocimiento y la información (Van Dijk, 1996). En muchas situaciones, la gente común es un blanco más o menos pasivo para el texto o el habla, p.e. de sus jefes y maestros, o de autoridades. En cambio, los miembros de grupos o instituciones socialmente más poderosos disponen de un acceso más o menos exclusivo a uno o más tipos de
discurso público, y del control sobre ellos. Estas nociones concernientes al acceso al discurso y a su control son muy generales, y es una de las tareas del ACD el esclarecer tales formas del poder El contexto se considera como la estructura (mentalmente representada) de aquellas propiedades de la situación social que son relevantes para la producción y la comprensión del discurso (Duranti y Goodwin, 1992; Van Dijk,1998).

Sucede por tanto que el contexto de un debate parlamentario, de una comisión, de un juicio, de una conferencia, o de una consulta con el médico están controlados por (miembros de) grupos dominantes.
El ACD se ocupa especí-ficamente de aquellas formas de control del contexto que trabajan en favor de los intereses del grupo dominante. Son estudios críticos de todos estos niveles es la preeminencia de una estrategia global de autopresentación positiva por parte del grupo dominante, y de heteropresentación negativa de los grupos dominados (Van Dijk, 1993a, 1998b). La polarización del Nosotros y del Ellos que caracteriza las representaciones sociales compartidas y sus ideologías subyacentes se expresa y se reproduce entonces en todos losu planos del texto y del habla, p.e. en temas contrastados, en significados locales, en metáforas e hipérboles, y en las formulaciones variables de los esquemas textuales, en formas sintácticas, en la lexicalización, las estructuras profundas y las imágenes

Si controlar el discurso es una primera forma de poder mayor, controlar las mentes de la gente es el otro medio fundamental para reproducir el dominio y la hegemonía. Nótese no obstante que «control de la mente» es poco más que una cómoda apelación.. Los elementos del poder y del
dominio, en este caso, entran en la descripción de varias maneras:
a) A menos que sean inconsistentes con sus creencias y experiencias personales, los receptores tienden a aceptar las creencias (conocimientos y opiniones) transmitidas por el discurso de las fuentes que consideran autorizadas, fidedignas o creíbles, tales como los académicos, los expertos, los profesionales o los media de confianza (Nesler et al., 1993).
b) En algunas ocasiones, los participantes están
obligados a ser receptores del discurso, p.e. en la
educación y en muchas situaciones laborales. Las
lecciones, los materiales de aprendizaje, las instrucciones de trabajo, y otros tipos de discurso necesitan en tal caso ser atendidos, interpretados y aprendidos como lo pretenden sus autores organizativos o institucionales (Giroux, 1981).
c) En muchos casos no existen otros discursos o
media que provean informaciones de las cuales quepa derivar creencias alternativas (Downing, 1984).
d) Y, en directa relación con los puntos previos:
los receptores pueden no poseer el conocimiento y
las creencias necesarias para desafiar los discursos o
la información a que están expuestos (Wodak, 1987).

Es decir, no es imaginable una teoría del control discursivo de la mente sin una detallada teoría cognitiva de la mente, y una teoría de cómo el discurso influencia la mente. La memoria personal (Tulving, 1983) consiste en la totalidad de nuestras creencias personales (conocimiento y opiniones). Es ampliamente autobiográfica y ha sido acumulada durante nuestra vida a través de nuestras experiencias, incluyendo los acontecimientos comunicativos en los que hemos participado. La memoria social (tradicionalmente llamada «memoria semántica») consiste en las creencias que poseemos en común con otros miembros del mismo grupo o cultura, y que en ocasiones se denominan «representaciones sociales» (Farr y Moscovici, 1984).Porque se comparten socialmente, las creencias sociales son igualmente patrimonio de la mayoría de los miembros individuales de grupos y culturas, y por tanto influencian también sus creencias personales sobre los acontecimientos del mundo, es decir, sus modelos. una vez que somos capaces de influenciar las creencias sociales de un grupo, podemos controlar indirectamente las acciones de sus miembros. Este es el núcleo de la reproducción del poder y la base de la definición de la hegemonía.

Disponemos ahora de una comprensión elemental de
algunas de las representaciones de la mente, y de lo
que significa controlarlas.

El ACD estudia su papel en dichos procesos: los grupos poderosos tienen acceso preferente al discurso público y lo controlan, y a través del discurso controlan las mentes del público, en el sentido amplio más arriba explicado.puesto que el abuso del poder o el dominio se caracterizan en los términos de los intereses de los poderosos, el discurso puede también contribuir a la confirmación, o incluso al incremento, del desequilibrio en la igualdad social, y por consiguiente a la reproducción de la desigualdad social.
también es posible que algunos sectores de los grupos de poder sientan y muestren solidaridad con los grupos dominados, y que los apoyen en su lucha contra la desigualdad. Es este análisis el que mejor parece dar cuenta de muchas de las formas del conflicto del poder en la sociedad democrática. Así, resulta innegable que los
hombres disponen, en detrimento de las mujeres, del
control sobre la mayor parte de las formas del discurso público, y que tal control contribuye indirectamente al machismo y al sexismo.

La influencia del contexto

Cómo el discurso controla la mente

Recuérdese, con todo, que el contexto se define en términos de modelos contextuales: no es la situación social (incluyendo a sus participantes) en sí misma la que «objetivamente» influencia nuestra interpretación del discurso, sino la construcción subjetiva de su rasgos relevantes en un modelo mental de contexto (Giles y Coupland, 1991; Van Dijk, 1998). El análisis crítico del discurso se centra en aquellas propiedades de las situaciones sociales, y en sus efectos sobre los modelos preferenciales de contexto, que contribuyen al control ilegítimo de la mente, como hemos dicho antes.
El control de la situación social por los grupos dominantes puede entonces conducir a modelos de contexto que hacen aparecer su discurso como más creíble, p.e. mediante la eliminación o el desprestigio de fuentes alternativas de información y de opinión.

Resumamos el modo en que algunas propiedades del discurso son capaces entonces de controlar el proceso:

  1. Los temas (macroestructuras semánticas) organizan globalmente el significado del discurso. Puesto que tales temas con frecuencia representan la información más importante, pueden influenciar la organización de un modelo: las proposiciones relevantes serán colocadas en una posición más alta, en la jerarquía del modelo, que las proposiciones menos importantes.
  2. Los esquemas discursivos (superestructuras, esquemas textuales) organizan primariamente las categorías convencionales que definen la entera «forma» canónica de un discurso, y por tanto parecen menos relevantes para la construcción de modelos. Sin embargo, como sucede con todas las estructuras formales, las categorías esquemáticas pueden enfatizar o subrayar información específica.
  3. El significado local. Los significados locales del discurso influencian información local en los esquemas mentales (modelos, representaciones semánticas). La coherencia, p.e., está basada en relaciones funcionales o condicionales entre las proposiciones y los hechos a los que se refieren (en un modelo mental). Lo cual significa que el conocimiento presupuesto o establecido en el discurso puede requerir que los receptores establezcan «hechos» o relaciones similares entre ellos en sus modelos.
  4. El estilo. Las estructuras léxicas y sintácticas de superficie son susceptibles de variar en función del contexto (Giles y Coupland, 1991; Scherer y Giles, 1979). Y dado el modelo de contexto de los receptores, aquéllas pueden ser capaces de unir tales variaciones de estilo con la estructura del contexto.
  5. Los recursos retóricos como los símiles, las metáforas, los eufemismos, etc., al igual que los esquemas globales, no influencian directamente el significado. Más bien lo hacen resaltar o lo difuminan, y con ello también la importancia de los acontecimientos en un modelo de acontecimientos.
  6. Los actos de habla son ampliamente definidos en función de los modelos de contexto, pero el que un enunciado sea o no interpretado como una amenaza o como un buen consejo puede determinar vitalmente el procesamiento del texto (Colebrook y
    McHoul, 1996; Graesser, et al., 1996).
  7. Finalmente, las múltiples dimensiones interaccionales del discurso, como p.e. la distribución de turnos, la división en secuencias, etc., están igualmente fundadas en el contexto y en los modelos de acontecimientos, e influencian su puesta al día.

Podemos examinar, a título de ejemplo de las relaciones entre el discurso y el dominio, el papel del texto y del habla en la reproducción, hoy día, del racismo y de la desigualdad étnica o «racial» en la mayor parte de los países occidentales (o dominados por los europeos). Su desigualdad, no obstante, está también asentada en un más o menos sutil sistema de racismo, que agrava la desigualdad social y la redefine como desigualdad étnica. Es posible analizar dicho racismo en dos niveles. El primero es el de las estructuras, acciones y arreglos cotidianos caracterizados en términos del tratamiento discriminatorio de los Otros por la población original. El segundo nivel concierne a las representaciones mentales compartidas por amplias capas de la población dominante, tales como creencias erróneas, estereotipos, prejuicios e ideologías racistas y etnocéntricas (y eurocéntricas). Una de las tareas mayores del ACD consiste en examinar cómo sucede exactamente tal cosa, esto es, cómo el discurso de la mayoría contribuye a las creencias etno céntrica y racista, y las reproduce, entre los miembros
del grupo dominante.

  1. Las formas del discurso público que dominan en la mayor parte de las sociedades occidentales son las de la política, los media, la enseñanza, los negocios, los juzgados, las profesiones y la(s) iglesia(s). Denominaremos a éstos los discursos de las élites.
  2. La minorías (los aborígenes, inmigrantes del Sur, refugiados, descendientes de esclavos, etc.) sólo disponen de un acceso reducidísimo a tales formas del discurso público de élite. Excepto en los USA, las minorías cuentan con muy pocos políticos importantes, no controlan ningún medio, ni ningún negocio mayor; pocos de sus miembros son periodistas, académicos o jueces prestigiosos, y están escasamente representadas en las profesiones liberales.
  3. Así, en los media las rutinas de la elaboración de noticias caracterizan a los grupos minoritarios como de menores importancia y credibilidad. Se los ve poco «noticiables», salvo si son percibidos como causas de problemas o como responsables de crímenes, violencias o desviaciones. Se los invita, entrevista y cita menos, incluso en las noticias sobre ellos mismos.
  4. La minorías no sólo gozan de menor acceso a los discursos de élite en tanto actores o expertos, sino que también son discriminadas cuando intentan entrar en instituciones de élite, cuando intentan encontrar un trabajo.
  5. También a causa del limitado acceso de los grupos minoritarios al discurso de élite en general, y al de los media en particular, tal discurso puede ser más o menos tendencioso, etno- o eurocéntrico, estereotipado, cargado de prejuicios o racista. Es decir, las creencias étnicas prevalecientes entre el grupo dominante influencian sus modelos mentales de las relaciones y de los acontecimientos étnicos.
  6. Dado que la población blanca dispone en general de poca información alternativa sobre gruposminoritarios, y no tiene interés en practicar la originalidad de pensamiento, propende a adoptar, y posiblemente a adaptar, el discurso de la élite dominante blanca.

A pesar de la competencia ocasional entre grupos de élite, no existe virtualmente conflicto entre ellos en lo que concierne a las minorias y a su representación. Por lo tanto, los discursos políticos o académicos sesgados pueden adoptarse con facilidad, reforzándose así el retrato negativo de las minorías en los media, los cuales a su vez confirman o influencian otros discursos de élite.
Los estereotipos y los prejuicios étnicos, dirigidos por ideologías subyacentes, etnocéntricas o nacionalistas, se expresan entonces, y se reproducen, en los discursos de élite y en sus versiones populares, dentro del grupo dominante en sentido amplio. además de la desigualdad de
acceso y de control sobre los recursos materiales, los
grupos dominantes también tienen acceso y control
privilegiados sobre los recursos simbólicos, tales como el conocimiento, la especialización, la cultura, el estatus y, sobre todo, el discurso público. de los principales campos de investigación en el ACD: el discurso del poder, el discurso político; los discursos de los media; los estudios feministas; el análisis del etnocentrismo del antisemitismo, del nacionalismo y del racismo